Este lunes, Octavio Romero Oropeza, director del Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit), anunció que se planea lanzar un programa para que personas con créditos sin pagar o “habitantes irregulares” puedan rentarla con opción a compra, incluso sin ser derechohabientes.
El programa empezaría una vez que se concluya un censo de vivienda que, con el 20 por ciento que lleva actualmente, arroja 168 mil viviendas censadas, de las cuales 145 mil están habitadas por personas que sacaron su crédito pero dejaron de pagarlo o, el caso de la mayoría, “personas que las están ocupando de manera irregular”, y 23 mil deshabitadas y/o vandalizadas.
Es curioso que el director del Instituto se refiriera a “habitantes irregulares” y no a invasores. Y es que, una de las características del delito de despojo es que requiere denuncia del propietario y muchos, al dejar de pagar o abandonar la propiedad, no denuncian, por lo que no hay autoridad alguna contra los “habitantes irregulares”. Ni siquiera el Infonavit o Fovissste lo reclaman, aunque no les estén pagando los créditos.
En materia social, es comprensible y loable que se tomen medidas para facilitar el pago de créditos a quienes han dejado de hacerlo, así como opciones de viviendas asequibles para la mayor parte de la población. Sin embargo, así anunciado, el programa para “habitantes irregulares” abre la puerta a la invasión de viviendas bajo el argumento de que están abandonadas -que no es lo mismo a que no estén ocupadas-, y entenderse con el Infonavit para que regularice la invasión.
Lo preocupante es que no sólo se trata de particulares de escasos recursos beneficiados, sino también de grupos clientelares que “gestionen” viviendas abandonadas para sus afiliados; además de organizaciones delictivas y seudosociales que se dedican a invadir viviendas con todo un modus operandi antes, durante y después de cometer el despojo, por lo que una persona con prestanombres, familias o grupos, podrían prácticamente crear una inmobiliaria con propiedades abandonadas en toda la república… con la ayuda del Infonavit.
El boom del automovilismo en México
El automovilismo, hasta hace dos décadas, era de los deportes menos populares en nuestro país. No obstante, en los últimos años ha logrado un fuerte arraigo entre el público nacional, como resultado de la visión que en su momento tuvieron empresarios, como Carlos Slim Domit, quienes decidieron invertir en jóvenes talentos que hoy son una realidad como pilotos, que han hecho del automovilismo deportivo mexicano una industria por demás rentable.
A pesar de ser un deporte selectivo, por el alto costo que implica su práctica y su realización, el automovilismo mexicano la ha dado en los últimos años más glorias al país, que el propio fútbol que aún es considerado como el deporte nacional, lo que ha redituado en que competencias de alto prestigio, como la Fórmula 1, Indy Car, Nascar Cup y Fórmula E, principalmente, se hayan posicionado en nuestro país.
Aunque los costos para asistir, por ejemplo al Gran Premio de México, son muy altos, eso no ha sido factor para que los aficionados nacionales hayan adquirido gran interés para dar seguimiento a pilotos como Sergio “Checo” Pérez, quien ha dado el mayor impulso del que se tenga registro a la Fórmula 1 en nuestro país, que tan solo en 2024 generó más de 19 mil 550 millones de pesos, por concepto de boletos, venta de artículos y souvenirs, transmisión y medios masivos, servicios turísticos y alojamiento, uso de taxis, así como consumo de alimentos y bebidas, de acuerdo con datos de la Secretaría de Desarrollo Económico local.
Pero detrás de Checo, viene una camada importante de pilotos que actualmente destacan en diversas categorías. Tan solo el regiomontano Daniel Suárez, quien en 2016 se convirtió en el primer piloto no estadounidense que gana un campeonato de la categoría preestelar de NASCAR, una de las categorías más populares en la Unión Americana, el pasado sábado ganó la carrera NASCAR Xfinity celebrada en México.
El también regio Patricio O’Ward, quien en 2024 terminó en segundo sitio en las 500 Millas de Indianápolis de la Indy Car Series luego de liderar la carrera, el domingo obtuvo el segundo lugar en la carrera realizada en Madison, Illinois.
Hace unas semanas, a mediados de mayo, el tapatío Santiago Ramos ganó el Gran Premio de Emilia Romagna de la Fórmula 3, que se celebró en Imola, Italia, con lo que obtuvo su primer triunfo en carrera larga que se sumó al primero en una carrera sprint, obtenido en Melbourne, Australia, a mediados de marzo
Pero mientras los pilotos mexicanos brillan por el mundo, la Selección Nacional de Fútbol, sin pies ni cabeza, sufre en la Copa Oro para derrotar 3-2 a una débil República Dominicana, a un año para el Mundial de 2026. Está claro que el futbol nacional se ha estancado, al tiempo en que el automovilismo mexicano ha logrado repuntar desde los años 90 en que el capitalino Adrián Fernández nos daba las primeras alegrías, hasta la más reciente euforia por “Checo” Pérez, a quien la afición mexicana anhela ver de regreso en la Fórmula 1 para el próximo año, quizá con el equipo estadounidense Cadillac.
Una guerra que afecta a todos
Miedo y zozobra recorren los mil 900 kilómetros que separán a Tel Aviv de Teherán. Miles de ciudadanos de Israel e Irán se encuentras en refugios tras el anuncio de nuevos ataques por parte de dos irresponsables gobiernos que no solo están poniendo en peligro el destino de sus países sino colocando en un riesgo considerable a toda la región.
El número de víctimas no es menor. Desde que iniciaron los ataques judíos el viernes pasado se contabilizan 21 israelíes muertos y 631 heridos, muchos de ellos de gravedad; del otro lado, son 220 las personas que perdieron la vida entre ellos dos altos mandos militares y científicos altamente especializados del programa nuclear iraní.
Las autoridades de Teherán se dicen dispuestas a hablar de una tregua para seguir negociando el futuro de su programa nuclear, sin embargo, el primer ministro, Benjamín Netanyahu, se muestra instransigente y afirma, sin importar el precio, que no se habrá de detener hasta no alcanzar unos objetivos que se acercan más a consolidarse en poder que a proteger a sus ciudadanos quienes se encuentran en verdadero estado de shock.
Los consecuencias de la guerra las habremos de pagar todos. Se anticipa que los costos del barril de petróleo Brent alcanzarían los 90 dólares en los próximos días de mantenerse la situación actual frente a la preocupación por las posibles interrupciones en el suministro a través del estercho de Ormuz, por donde circula el 20% del crudo en el mundo, una posibilidad mas que real. Hace unas horas efectivos de la Guardia Revolucionaria Iraní intervinieron un buque portacontenedores de bandera portuguesa por sus presuntos nexos indirectos con el gobierno israelí. Este cierre afectaría, paralelamente, las cadenas de suministro elevando los costos de suministro de productos textiles, fármacos y materias primas.
Los mercados financieros también se están viendo afectados experimentando una alta volatilidad. Sectores como la energía han elevado sus costos, mientras que el turismo (encanbezado por las aerolíneas) ha presentado fuertes caídas debido a la reducción de viajes y gastos operativos.
México tampoco saldría bien librado. Pese a ser un país productor de crudo, nuestro país importa cerca del 70% de la gasolina que utiliza. Si suben los combustibles de precio, el gobierno tendría que aumentar el subsidio al consumidor y bajo estas condiciones no es difícil que el balance resultara negativo. De igual manera Pemex es una empresa muy endeudada por lo que si hubiera ganancia esta se iría a cubrir pasivos. Está claro que, si sube el petróleo a nivel mundial, suben los costos de transportación; suben los precios de los fertilizantes y suben los costos industriales, generando inflación, disminución del poder adquisitivo e incluso presionaría al Banco de México a elevar las tasas de interés.
De igual modo si el conflicto se extiende se vería afectado el suministro de gas natural licuado a lo largo del globo elevando los costos, y aunque México compra directamente a Estados Unidos (prácticamente el 70% de su consumo) tendría un impacto de consideración.
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